La mayoría de los terremotos son fenómenos geológicos que duran apenas unos minutos, pero sus consecuencias pueden marcar un antes y un después para quien lo experimenta. Este es el caso del terremoto de Valdivia (Chile, 1960), el mayor de la historia desde que hay registros.
En lo que se tarda apenas en preparar una tostada causó destrozos apocalípticos: junto a la catástrofe humana y material, modificó cauces de ríos, hundió islas varios metros en el mar, activó erupciones volcánicas, desbordó un lago en las montañas que inundó poblaciones enteras y generó un descomunal maremoto que causó muertos y destrozos a decenas de miles de kilómetros de Chile, en Hawái y Japón.
El 22 de mayo de 1960 a las 15:11 h, una zona de falla situada junto a la costa de Chile se rompió a lo largo de casi 1.000 km. Las placas tectónicas a ambos lados se deslizaron 20-30 metros entre sí, liberando una energía acumulada durante siglos. El terremoto que produjo esta ruptura –de magnitud 9,5– desató una energía 20.000 veces superior a la de la bomba atómica que destruyó Hiroshima en 1945.
Crédito: SINC